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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Eliminación del propio «yo» inferior para unirse con el «Yo» de Dios
 

Ecopsicología/Eliminación del propio «yo» inferior para unirse con el «Yo» de Dios


Eliminación del propio «yo» inferior
para unirse con el «Yo» de Dios

Esta sección de las Enseñanzas de Babaji es conclusiva e implica que la conciencia individual, después de entrar en la dimensión espacial más alta, se une con la Conciencia Primordial. Cuando esto sucede, la autosensación del practicante se disuelve en el Océano Ilimitado del Creador.

Existen casos en los que los líderes de algunas sectas tratan de destruir completamente la autosensación de sus seguidores sin darles un nuevo objeto para la autoidentificación* o tratan de inculcarles que ya son dioses. Estos intentos son muy perjudiciales y demuestran la incompetencia e ignorancia de estos líderes. Pues la autosensación del practicante no debe ser destruida, sino trasladada. Es más, uno logra conocer al Creador y unirse con Él no a través de la sugestión o la autosugestión, sino a través de entrar gradualmente* en las dimensiones espaciales cada vez más sutiles, estudiarlas y consolidarse allí y también a través de aprender a unirse primero con la Conciencia del Espíritu Santo y luego con la del Creador. Todos los otros intentos son «callejones sin salida» y detienen el desarrollo del adepto o suscitan el crecimiento de cualidades negativas groseras en él o ella. Esto lo aleja de Dios y puede provocar su diabolización o su demencia.

El trabajo según este punto de la fórmula de Babaji empieza con la corrección inicial de la conducta y de la autosensación en las relaciones con otras personas.

Por ejemplo, desde el punto de vista del crecimiento espiritual, se ven graciosas las tendencias que tienen muchas personas a predominar y a parecer «importantes» o «principales».

La violencia, la susceptibilidad, los celos, el carácter vengativo, la iracundia, la aspiración a poseer a las personas o cosas (salvo las más necesarias), la lujuria sexual, así como cualquier otro deseo intenso de algo dirigido a otras personas o a Dios, son las manifestaciones defectuosas del «yo» inferior que deben ser eliminadas.

Con respecto a esto, muchas fórmulas-preceptos valiosísimas y lacónicas fueron dejadas a nosotros por Jesús el Cristo y Sus Apóstoles. Por ejemplo, si quieres crecer espiritualmente, no te sientes en el primer lugar, conviértete en un servidor para los demás, no te atrevas a ofenderte, a vengarte, considera a los demás como superiores a ti, etc. [10,18]

Lao Tsé y Juan Matus hablaron de lo mismo en una forma clara y concisa [10,18]*.

Para eliminar definitivamente las manifestaciones del propio «yo inflado», se requieren el autoanálisis profundo y el arrepentimiento.

No obstante, hay que entender que no existe «la absolución de los pecados». Dios no tiene tal concepto.

El propósito del arrepentimiento no consiste en obtener el perdón por ciertos actos, sino en limpiarse de las cualidades negativas o defectos.

Los «pecados», es decir, nuestros errores, pueden tener lugar debido a la inexperiencia o a la ignorancia, pero también son las manifestaciones de las cualidades negativas (o defectos) del alma.

Los mecanismos verdaderos de la liberación de los defectos son el autoanálisis, el remordimiento y luego el riguroso autocontrol.

Si uno no logra deshacerse rápidamente de algún defecto que descubrió, debe examinar, recordando, toda la línea de sus manifestaciones hasta la niñez (y a veces incluso en las vidas pasadas) y revivir mentalmente de una forma correcta todas las situaciones en las cuales actuó de manera equivocada.

Es más, sería bueno «imaginar» mentalmente, todas las posibles situaciones futuras en las cuales este defecto podría presentarse otra vez.

También es esencial tratar de desagraviar a las personas ofendidas, a los animales e incluso a las plantas. Si ellos ya no están encarnados en la Tierra, podemos dirigirnos a ellos como a almas no encarnadas. Y recordemos que este tipo de esfuerzos para limpiarnos de los defectos es verdaderamente aceptado por Dios.

Debemos aplicar este método de arrepentimiento a todas nuestras manifestaciones de desamor hacia otros seres o hacia Dios y a todos los actos y emociones egoístas.

* * *

Muchas personas poco inteligentes, que piensan sólo en ellas mismas, tratan de entrar al vagón del tren o a otro vehículo enseguida al abrirse las puertas, sin dejar que salgan los otros pasajeros.

O, esperando un bus, obstruyen con sus cuerpos la acera en lugar de, pensando en los demás, ponerse a un lado y así no estorbar a nadie.

O, al entrar en el vestíbulo de la estación del metro, algunos sostienen la puerta, ayudando a pasar a aquel que va detrás, otros, en cambio, sueltan la puerta sin mirar, golpeando con ésta «a su prójimo».

Las personas poco desarrolladas y egoístas, al llegar a una sana escuela espiritual, se comportan de la misma manera. Mientras hay clases, ellos están muy bien, en la dicha, en la felicidad. Pero apenas se termina el curso, empiezan a decaer, ¡porque se acostumbraron a que les hicieran el bien! Pero ahora ya no lo reciben y, por lo tanto, comienzan a sentirse mal y surgen las emociones negativas hacia el instructor o hacia esta escuela en general.

A una persona egoísta le importa sólo su interés personal y cuando en su camino aparece la necesidad del otro, se escandaliza y la percibe como un estorbo.

Todos los deseos intensos de cualquier cosa dirigidos a otra persona demuestran que aquel que desea tiene un fuerte «yo» inferior. Estos deseos inician el proceso del «vampirismo» bioenergético y pueden provocar enfermedades en aquella persona a la que está dirigido el deseo [9] y agravar el destino de aquel que desea.

En cambio, una persona de amor es siempre atenta y cortés y se esfuerza por no molestar a nadie con nada, sino, por el contrario, ayudar, en lo posible, a todos, considerando los intereses de los demás superiores a los suyos.

Esta persona, por ejemplo, nunca se meterá primero por la puerta empujando a los demás hacia un lado.

Es siempre amable y benévola y trata de no afligir nunca a nadie con nada, ni aun con sus propios estados negativos (enfermedad, cansancio, etc.).

Jamás exigirá tener sexo, sino que esperará hasta que el deseo se haga mutuo.

En la realización de este tipo de autoanálisis y autocorrección nos pueden ayudar muchísimo las recomendaciones detalladas de Sathya Sai [10,18].

* * *

Después de eliminar la grosería dentro de uno mismo y de adquirir la facultad de sintonizarse con los fenómenos sáttvicos de la vida, el practicante puede empezar las meditaciones que le permiten aprender a disolverse en la armonía del espacio circundante. Es mejor practicarlas al anochecer o al amanecer, en un bosque, en una estepa o cerca del agua. La fórmula de la meditación es la siguiente: sólo está la armonía del espacio circundante, la armonía del bosque, la del lago o la de la estepa, pero yo no estoy. Durante esta meditación, nosotros, como conciencias, después de expandirnos desde el anahata, nos sintonizamos y nos unimos con lo sutil y puro del mundo de la naturaleza.

La siguiente etapa principal es la unión con el Espíritu Santo durante la meditación Pranava (ver más adelante) y luego la dominación gradual de la «reciprocidad total» (Nirodhi o Nirodha)* en las dimensiones espaciales del Espíritu Santo y de Dios Padre.

De esta manera el practicante, convirtiéndose en una Parte de la Conciencia Primordial, termina su evolución individual y, desde ese momento en adelante, vive creativamente siendo Ella.

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