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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Aspecto sexual del amor
 

Ecopsicología/Aspecto sexual del amor


Aspecto sexual del amor

Cada uno de nosotros y todas las personas encarnadas aparecieron aquí, en el mundo material, gracias al sexo. Entonces ¿no es absurdo negar el sexo?

Pero las relaciones sexuales no son solamente un medio de reproducción, sino también —con la actitud correcta hacia éstas— una forma de desarrollar correctamente la esfera emocional, de obtener sutileza y ternura y de aprender a ocuparse del otro, cualidades importantísimas en el Camino hacia el Creador.*

La prohibición y la profanación del sexo por parte de algunas sectas religiosas demuestran el carácter perverso de estas sectas y la predominación en éstas de la guna tamas*.

Por otro lado, el tener demasiado interés por el sexo (cuando la búsqueda de nuevas aventuras sexuales se convierte en el significado principal de la vida) es desaprobado por Dios, y Él puede indicar a las personas que se comportan así que están equivocadas, por ejemplo, mediante las enfermedades correspondientes.

En la ontogenia* de cada persona sana, el sexo desempeña —desde la pubertad— un papel socializador (esto fue demostrado en experimentos sobre animales; ver [9]). Las hormonas que se producen en el cuerpo hacen que unas personas se atraigan a otras y que empiecen a estudiar tanto las peculiaridades del otro como las maneras de comunicarse.

En la conducta relacionada con el sexo, a menudo se ven claramente cualidades opuestas propias de diferentes personas. Así, algunos dan su amor y a sí mismos al otro, ocupándose de él o de ella. Las personas opuestas, por el contrario, buscan y exigen la satisfacción sólo para sí y muestran su egoísmo, junto con la violencia, el desdén, e incluso el odio, hacia su compañero sexual.

De esta manera las personas manifiestan y desarrollan las cualidades de una u otra guna y van hacia el Creador o hacia el infierno.

Dios nos dirige a todos nosotros en un grado significativo y, entre otras cosas, Él nos junta con diversas personas en el ámbito de las relaciones sexuales. Al hacerlo, crea situaciones educativas en las cuales podemos tomar las decisiones correctas o incorrectas, lo que, a su vez, mejora o empeora nuestros destinos.

Los problemas en las relaciones sexuales pueden tener lugar debido a los propios errores en este ámbito. En tal caso, uno debe buscarlos tomando en cuenta la Voluntad dirigente de Dios y al encontrarlos y corregirlos, sacar las conclusiones para el futuro.

También a veces sucede que caemos en situaciones difíciles debido a nuestros errores cometidos en las encarnaciones pasadas. Esto significa que en el pasado hemos hecho algo malo a alguien y ahora nos toca padecer lo mismo. Así se manifiesta la «ley del karma», mediante la cual Dios nos muestra cómo se sentían las víctimas de nuestros crímenes. ¡Saquemos de esto las conclusiones correctas!

¿Cómo debemos comportarnos en las relaciones sexuales para dirigirnos hacia Dios y no hacia la dirección opuesta?

La regla principal consiste en que no debe haber ningún tipo de coacción, ni siquiera en los pensamientos. Cada uno debe dar al otro su amor de manera absolutamente libre.

Con todo, hay que tomar en cuenta las grandes diferencias psicológicas que existen entre los sexos. Por ejemplo, en un varón el deseo del contacto sexual con una mujer surge principalmente por la percepción visual. En una mujer, en cambio, por las sensaciones táctiles (por ejemplo, por las caricias).

¡Debemos tratar de ser siempre tiernos y cariñosos unos con otros! Existen diversas formas de expresar nuestra ternura: palabras afectuosas, una sonrisa amorosa y sincera, toques con las manos o con los labios. (A propósito, hay que besar con los labios relajados y no mojados, sin abrirlos. Los besos «babosos» sólo causan aversión al que así besa).

El acto sexual es, entre otras cosas, un intercambio energético muy intensivo entre los compañeros. Una expulsión especialmente fuerte de energía tiene lugar durante el orgasmo, el que, en esencia, es el deleite que acompaña tal expulsión.

Estas energías son muy importantes para el funcionamiento correcto del organismo y para el trabajo espiritual. Por lo tanto, cada uno debe anhelar regalar su energía al amado o a la amada, lo que será un regalo muy valioso siempre y cuando esta energía sea limpia y sutil.

El problema del ahorro de energía para el trabajo meditativo es realmente importante. De hecho, debemos tratar de excluir de nuestras vidas todo lo innecesario, todo lo que impide nuestro crecimiento espiritual. (Las obras del servicio desinteresado según los principios del karma yoga son necesarias). Un ejemplo típico de malgasto de energía es el sexo con un compañero inadecuado. Durante tales distracciones sexuales, la energía realmente se malgasta.

Pero ¿quién es un compañero inadecuado? ¿Y quién es adecuado? Los compañeros adecuados son las personas aproximadamente iguales en su pureza energética, en su nivel de avance espiritual y en su nivel de refinación de la conciencia. En cambio, aquellos que se encuentran todavía en una etapa significativamente más baja del avance evolutivo, que están muy sucios energéticamente, que llevan un estilo de vida no espiritual y que tienen defectos éticos graves son inadecuados.

Las relaciones sexuales con un compañero adecuado no provocan un malgasto de energía, sino que, por el contrario, permiten que ambos compañeros intercambien su pureza energética, activen su energía psíquica y aumenten su cantidad. Además, tales relaciones dan una mayor estabilidad energética a ambos cónyuges.

El sexo es dado a nosotros, los humanos, no solamente para la concepción de los niños, sino también para el crecimiento espiritual de aquellos que son capaces de tal crecimiento. A través del sexo aprendemos a amar emocionalmente a otra persona y a ocuparnos de ella, desarrollamos las estructuras de la esfera emocional y conocemos los estados de tranquilidad y de éxtasis, fomentándolos en nosotros mismos y preparándonos de esta manera para la Gran Tranquilidad y el Gran Éxtasis de la Morada del Creador.

El sexo también puede servir para los entrenamientos meditativos de ambos compañeros. Por ejemplo, ellos pueden, durante el contacto sexual, mirarse uno al otro desde sus anahatas o unir sus corazones espirituales el uno con el otro y con Dios.

Destaco que en la literatura de baja calidad dedicada al «sexo espiritual» a veces recomiendan evitar los propios orgasmos, ya que esto, según reza en tal literatura, contribuye a la acumulación de energía en el cuerpo y a un enorme crecimiento espiritual. Pero, en realidad, los intentos de elevar el propio bienestar a cuenta de otros y en detrimento de otros no tienen nada que ver con la espiritualidad. Esto no es nada más que la promoción de una de las formas de vampirismo energético y de egoísmo, algo que no está relacionado de ningún modo con el Camino hacia Dios y algo que Él nunca reconocerá como amor.

Para concluir, examinemos quién puede ser la esposa o el esposo de un guerrero espiritual, qué significa para tales personas el matrimonio y qué es un adulterio.

Las reglas generales en este caso son las siguientes:

El matrimonio es la unión estable de las personas que van juntas por el Camino espiritual y las relaciones sexuales son uno de los componentes de su comunicación.

Por el contrario, «toda unión (sexual) de personas diferentes entre sí es un adulterio» [10,18], así enseñaba Jesús el Cristo a Sus discípulos más íntimos y así fue anotado en el Evangelio del Apóstol Felipe.

Las personas «diferentes entre sí» son aquellas que se distinguen significativamente en su nivel de avance espiritual y, por ende, tienen, entre otras cosas, índices psicoenergéticos diferentes. En otras palabras, algunos poseen una energía más limpia y están más cerca de su Meta Principal, que es el Creador, y otros, una energía menos limpia y están más lejos de Él.

Como ya hemos mencionado, durante la comunicación sexual tiene lugar un intercambio energético intensivo entre los compañeros. Por lo tanto, la comunicación sexual con un compañero que, según sus índices de desarrollo espiritual, es inadecuado detiene el progreso de aquel que está más avanzado, resultando en un matrimonio indeseable para Dios.

Aparte de esto, Dios considera como adulterio el apasionarse demasiado por el sexo, lo que se manifiesta en la búsqueda de nuevos entretenimientos sexuales. Tales tendencias distraen de Dios y desvían del Camino.

Como vemos, las dos formas mencionadas de adulterio pueden existir sólo entre las personas religiosas. En cambio, a las personas mundanas, interesadas sólo en las cosas carnales, no les caben estas consideraciones y para ellas las reglas son diferentes.

Dios Mismo junta y separa en las relaciones matrimoniales a las personas que van hacia Él y no ha asignado esta función a ningún «pastor» terrenal. El registro de matrimonio tiene importancia solamente para resolver los asuntos relacionados con la propiedad y con la educación de los niños.

Hay que destacar también que la obligación, impuesta actualmente por muchas sectas religiosas (y a veces por la moral laica), de casarse «a ciegas», sin conocerse sexualmente, es inadecuada.

Cuando se habla de trastornos sexuales, la gente piensa normalmente en los problemas de los varones: la disfunción eréctil, la eyaculación precoz, etc. En cambio, los trastornos sexuales femeninos no son tan considerados, de éstos se habla menos y a menudo las mujeres son las que menos buscan ayuda de los doctores de la especialidad respectiva.

Sin embargo, existen mujeres que no alcanzan el orgasmo bajo ninguna condición y que sufren gravemente después de cada coito de dolores de sacro y de cabeza y de un estado general de cansancio; el sexo para ellas se convierte en una pesadilla.

También existen mujeres cuyos órganos genitales en lugar de ser zonas erógenas tienen solamente una sensibilidad extremadamente dolorosa, aun en ausencia de procesos inflamatorios.

A otras mujeres el coito sólo les da una insoportable sensación de cosquillas.

Otras poseen una bioenergía sexual (udana) tan grosera que ningún compañero puede realizar el coito con ellas más que durante unos segundos.

También existen mujeres cuyos clítoris, el área de la entrada en la vagina y su pared frontal no son zonas erógenas. Su única zona erógena es solamente la parte más profunda de la vagina que no todos los varones pueden alcanzar.

En todos estos casos es imposible que las relaciones entre los cónyuges estén saturadas de armonía profunda, de manera que estos matrimonios no serán estables por más pomposos que sean los rituales con los cuales hayan sido «santificados».

Sólo el matrimonio que se basa en la armonía sexual y en la armonía espiritual puede ser espiritualmente beneficioso y cabal.

¡Podemos concluir que las relaciones matrimoniales son lecciones importantes en la Escuela de Dios! ¡Seamos, pues, sensibles y obedientes a Su Voluntad!

* * *

Prestemos atención al hecho de que Krishna tenía esposas e hijos y también destacaba la naturaleza Divina de la «fuerza sexual» en todos los seres [10,18].

Sathya Sai también bendice las relaciones matrimoniales.

Lo mismo fue enseñado por Babaji.

Y David Copperfield nos muestra la belleza de la ternura en Su erótica danza «mágica».

También Jesús, durante Su última vida en la Tierra, mostraba con Su ejemplo la importancia de la ternura sexualmente coloreada para el desarrollo correcto de las conciencias [10,18]. Actualmente Él también nos propone considerar el intercambio de las energías sexuales entre las personas que buscan a Dios como una verdadera comunión sagrada [35].

Con todo, quiero resaltar especialmente que no debemos percibir estas palabras como un llamado a las relaciones sexuales caóticas y a la «sexualización total». También es equivocada la conclusión de que el sexo en sí garantizará el crecimiento espiritual. No. Solamente las relaciones sexuales éticamente impecables entre personas espirituales serán de inestimable ayuda para ellas.

Sólo las interacciones sexuales que se realizan en el estado de sutileza emocional y que están saturadas de ternura y de gratitud hacia el compañero pueden llevarnos a Dios. Tales interacciones difieren totalmente de la satisfacción egoísta de la propia lujuria, la cual es reprobada por Dios.

Otro indicio de espiritualidad en las relaciones sexuales es el hecho de que cada compañero actúe basándose en los intereses del otro, se sintonice con su pareja, trate de percibir sus sensaciones y anhele intensificar su deleite. Como resultado, se logra una perfecta armonía. Además, al actuar así, cada compañero aprende a entrar (con la conciencia) en el cuerpo de la persona amada, lo que contribuye a la purificación y a la sanación de los cuerpos y a la unión de las conciencias.

De esta manera podemos aprender a unir las conciencias en el amor más sutil y esto nos prepara para las Uniones posteriores con Dios, el Amado Principal.

Como conclusión, cito la frase del Evangelio de Felipe: «¡Así que conozcan un matrimonio puro, porque éste posee gran poder!» [10,18].

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