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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Trote meditativo
 

Ecopsicología/Trote meditativo


Trote meditativo*

Un método muy eficaz que permite aumentar el potencial energético del organismo y desarrollar su sistema energético es el trote meditativo. Originariamente, esta técnica fue elaborada por los buscadores espirituales del Tíbet y es conocida como Lung-gom. En Rusia este método llegó a ser popular —en su versión grupal— gracias a los esfuerzos de Yan Kotlunov (Moscú).

La esencia de esta técnica consiste en que los practicantes, durante un prolongado trote grupal a ritmo lento, realizan los pranayamas y las meditaciones que a) distraen de las sensaciones del cuerpo permitiendo de esta manera no concentrarse en el cansancio, b) crean un estado emocional positivo y estable, c) ejercitan la facultad para la concentración, visualización y meditación, d) desarrollan «el poder personal» (poder de la conciencia), e) proporcionan el entrenamiento equilibrado de los sistemas muscular, respiratorio, cardiovascular y otros, etc.

Durante el trote meditativo que se realiza en grupos de 5 a 50 o más personas, un instructor dirige toda esta actividad y dicta todos los ejercicios de manera ininterrumpida.

A distinción de la autorregulación psíquica en su variante estática, durante el trote meditativo todos los ejercicios se hacen a un nivel energético mucho más alto, lo que aumenta significativamente la efectividad de estos ejercicios.

La sintonización psíquica de todos los participantes del trote y el funcionamiento monótono del sistema muscular contribuyen a una mejor concentración.

Es oportuno usar este método después de dominar los fundamentos de la autorregulación psíquica. No es recomendable incluir en el grupo a los principiantes no preparados en este aspecto, puesto que ellos no podrán realizar el trabajo meditativo sincrónicamente con el grupo y así dificultarán esta actividad para todos.

Más adelante presentaremos nuestra modificación de esta técnica en forma de un programa modelo de dos horas aproximadamente (sin tomar en cuenta el tiempo de los ejercicios de calentamiento). Como veremos más adelante, este programa es una etapa preparatoria para los métodos más altos del trabajo espiritual descritos en este libro.

Los primeros entrenamientos en el trote meditativo no deben durar más de 30 minutos (luego podemos aumentar gradualmente su duración).

Debido a ciertas reestructuraciones que tienen lugar en el sistema muscular durante los entrenamientos, es necesario aumentar la cantidad de proteína en la alimentación. Se lo puede hacer con los productos lácteos, huevos, nueces, hongos, etc. Después de los entrenamientos es bueno tomar leche.

También menciono que las mujeres pueden tener atrasos de la menstruación (esto es un hecho bien conocido en la medicina del deporte); no hay que preocuparse.

Si uno va a trotar de mañana, puede hacerlo sin comer nada y solamente beber un vaso de agua con una cucharada de miel o de mermelada. Si va a trotar más tarde, debe tener en cuenta que es imposible hacerlo con el estómago lleno, por lo que es necesario comer varias horas antes.

La ropa para el trote meditativo debe ser ligera. Por ejemplo, si la temperatura del aire es superior a cero grados centígrados, es suficiente poner sólo un traje deportivo. Con una temperatura de 10 o menos grados bajo cero, uno puede ponerse dos pantalones deportivos, un suéter ligero y una gorra, aunque también puede vestirse más ligeramente. Durante estos ejercicios es preciso evitar el sobrecalentamiento del cuerpo.

En el verano, cuando hace calor, es oportuno trazar la ruta del trote cerca de los depósitos naturales de agua y hacer paradas para bañarse. O es mejor aún trotar en la mañana y después quedarse cerca del agua para el resto del día. Durante este tiempo, puede haber charlas y diversas clases sobre, por ejemplo, los recursos alimenticios del bosque.

En el invierno se puede terminar el trote al lado de un agujero en el hielo para bañarse allí (sin embargo, cerca debe haber necesariamente un lugar caliente o una hoguera grande hecha con anticipación).

Si ninguna de las opciones mencionadas está disponible, se puede tomar una ducha. Es indispensable lavar el cuerpo después del trote; de lo contrario, uno puede sentirse mal.

Antes del trote, los participantes deben realizar obligatoriamente los intensos ejercicios físicos de calentamiento que incluyen el trabajo con todas las articulaciones y músculos del cuerpo (pueden encontrar su descripción en uno de los capítulos anteriores). En el invierno es mejor hacer estos ejercicios en un lugar cerrado para salir al frío con el cuerpo ya precalentado.

Luego empezamos el trote. El instructor debe trotar detrás del grupo para que todos escuchen su voz. Al comenzar, indica a los participantes cómo mantener la postura correcta del cuerpo:


—Atención a la postura. El tronco debe permanecer recto. Podemos inclinarlo un poco hacia atrás. El cuerpo debe permanecer en una posición tal que los músculos de la espalda no se tensen. Relajamos los músculos de la espalda. Echamos la cabeza un poco hacia atrás. Relajamos los músculos posteriores del cuello.

Atención a las plantas de los pies. Las ponemos rectas con las puntas dirigidas hacia delante. Las plantas están relajadas. Tocan la tierra suave y tiernamente. También relajamos los músculos de las piernas. Experimentamos que están relajadas todo el tiempo, de modo que no se sienta el momento en que tocan la tierra.

Atención al tórax. ¡Elevémoslo! Experimentamos que las clavículas están sobrepuestas al tórax como unas tablitas; experimentémoslas. Durante todo el trote, el tórax debe permanecer ensanchado.

Inhalamos expandiendo el tórax y lo dejamos en este estado. Relajamos el abdomen y, si hemos ensanchado el tórax, éste no colgará.

Vigilamos que el cuerpo no se incline hacia delante, de lo contrario se cansará rápido. Fijamos la posición correcta del cuerpo. Atención a las palmas de las manos. Están relajadas y cuelgan libremente.

Imaginamos que un extremo de un alambre muy largo está fijado a la coronilla y su otro extremo, a un objeto espacial distante. El cuerpo está colgado de este alambre y casi no toca la tierra, está relajado.

Movemos la concentración de la conciencia al chakra muladhara y desde allí dirigimos la vista hacia el centro de la Tierra. Vemos allí el mar de la Luz-Fuego. Desde el muladhara dirigimos hacia esta Luz un rayo. Este rayo alcanza el depósito de este Poder. Un impulso de energía sube como respuesta por el rayo hacia arriba llenando todos los chakras y el cuerpo entero. Repetimos este ejercicio. La concentración está en el muladhara. ¡Enviamos nuestro rayo hacia el centro de la Tierra y recibimos un impulso de Poder como respuesta! Experimentamos la energía en todos los chakras. El cuerpo entero se ha llenado de poder y de luz y se ha erguido. La densidad de la energía crece. Repitámoslo una y otra vez.

Vemos debajo de la superficie de la Tierra, a una profundidad de 30 metros, una aspiradora gigante cuya boquilla está dirigida hacia arriba. Ahora vamos a prenderla para que absorba y luego mande todas las energías oscuras que están dentro y fuera de nosotros al centro de la Tierra, donde serán quemadas. Prendemos su motor. Ya comenzó a zumbar. La fuerza del flujo de aire aumenta. Observamos el espacio alrededor del grupo y vemos cómo las energías oscuras vuelan hacia abajo y son absorbidas por la aspiradora. Observamos la ruta de su vuelo. Estas energías se precipitan a una tremenda velocidad hacia el centro de la Tierra y desaparecen allí.

Examinamos el espacio alrededor del cuerpo de cada uno en el radio de un metro. Prendemos un interruptor y la potencia del motor aumenta al doble. Observamos cómo se desprenden y vuelan hacia abajo los pedazos oscuros. Examinamos detenidamente el espacio alrededor de la cabeza…, del cuello…, del tórax…, del abdomen…, de la pelvis…, de los muslos…, de las piernas..., de los pies…

Ahora prestamos atención al espacio dentro del cuerpo. Prendemos nuevamente el interruptor. ¡La potencia aumenta al cuádruple! La aspiradora comienza a zumbar, a temblar aún más. La tremenda succión arranca todo lo oscuro que todavía ha quedado en el cuerpo. Examinamos la cabeza, el cuello, el tórax, el abdomen, la pelvis, las piernas. El cuerpo se llena de una luz purísima que viene desde arriba en lugar de aquello que fue llevado.

Volvemos las palmas de las manos hacia arriba. Visualizamos en cada una de éstas una pelota de tenis formada de luz blanca dorada. Lanzamos estas pelotas de una mano a la otra. Las pelotas se vuelven cada vez más brillantes. Las unimos en una sola bola sobre la mano izquierda. Vamos a inflar esta bola con la energía de nuestros anahatas.

«Inhalamos» a través del muladhara desde abajo y «exhalamos» a través del anahata hacia delante en la bola. «Inhalamos» a través del muladhara, «exhalamos» a través del anahata. (Repitámoslo 10 veces). La bola ya tiene el tamaño de una gran sandía. (Hacemos unas cuantas insuflaciones más en la bola). Ya tiene el diámetro de un metro. Unamos todas nuestras bolas en una sola. Observamos su superficie interna desde adentro. Esta membrana nos separa del espacio circundante. Dentro de la bola, hay un ambiente sutilísimo y transparente, lleno de luz clara. Aquí respiramos con mucha facilidad y experimentamos una maravillosa ligereza e ingravidez. Parece que todos los cuerpos se unen en uno solo dentro de la bola, en un solo organismo. Continuamos trotando en el interior de la bola.

Hacemos una serie de pranayamas. «Inhalamos» la luz a través de las piernas y la «exhalamos» a través del muladhara hacia delante expulsando todo aquello que bloquee el movimiento de la luz. Es aquella luz que puede ser vista en abundancia debajo de la superficie de la Tierra. A través de la pierna izquierda «inhalamos» y a través del muladhara «exhalamos» (3-4 veces). A través de la pierna derecha «inhalamos», a través del muladhara «exhalamos» (3-4 veces). A través de la pierna izquierda «inhalamos», a través del svadhisthana «exhalamos». (Y así sucesivamente con todos los chakras). A través del muladhara «inhalamos» y a través del anahata «exhalamos» (3-4 veces). A través de la columna «inhalamos» desde abajo y a través del ajña «exhalamos» (3-4 veces). A través de la pierna izquierda «inhalamos» y a través de toda la parte derecha del cuerpo «exhalamos» (3-4 veces). A través de la pierna derecha «inhalamos» y a través de toda la parte izquierda del cuerpo «exhalamos» (3-4 veces). A través del brazo izquierdo «inhalamos» y a través del brazo derecho «exhalamos» (y viceversa). A través del muladhara desde abajo «inhalamos» y a través del sahasrara hacia arriba «exhalamos». (Hacemos esto varias veces formando un flujo constante de luz). Detenemos este flujo y observamos la nube de luz que se ha formado sobre nosotros. Esta nube quiere derramarse, quiere entrar en nuestros cuerpos. Nos abrimos a ésta y la dejamos entrar y llenarnos de su ternura y pureza.

Visualizamos entre las palmas un pequeño sol. Contemplamos su luz dorada, experimentamos su caricia. Luego este sol se desintegra y a través de los brazos absorbemos su calor y su luz en nuestros anahatas experimentando allí una expansión agradable. Ahora irradiamos esta luz y calor desde el anahata hacia todo lo viviente alrededor.

Entramos con la concentración de la conciencia en la parte derecha del anahata. Encontramos allí el estrato de luz más sutil y echamos fuera del chakra todos los otros estratos más densos. (Lo mismo hacemos con la parte derecha del vishuddha, del ajña, del sahasrara, luego hacemos lo mismo con la parte izquierda del sahasrara, del ajña, del vishuddha y así sucesivamente en ronda).

Nos experimentamos como zorros. Un zorro pelirrojo con una cola grande y lanosa corre tranquilamente por el bosque. Correr es su estado natural. Corremos sobre el musgo verde y suave, entre los troncos de los árboles, entre los arbustos y las piedras. Corremos sin prestar atención a nada más. El zorro tiene una meta por delante: debe presenciar la salida del sol. Delante de nosotros se encuentra una colina sin bosque. Corremos por su cuesta hasta la cima y nos quedamos parados allí. Desde la cima podemos contemplar cómo detrás del bosque empieza a salir el sol. Estamos esperando exaltados y preparados… Subiendo, el sol toca la colina con su luz. Contemplamos su disco. La luz del sol fluye hacia nosotros y llena nuestros cuerpos. Éstos se colman de luz y esta luz se condensa y se vuelve líquida. Distribuimos esta luz por todo el cuerpo, desde la cola hasta los ojos. Observamos cómo aumenta la concentración de esta luz líquida en el cuerpo.

Ahora cada uno de nosotros es un ciervo fantástico. Saltamos y levantamos el vuelo deleitándonos en la libertad. Nuestros cuerpos se llenan de dicha y júbilo mientras volamos sobre bosques y campos en la ternura de una mañana serena y en la luz dorada del sol. Nos colmamos de felicidad, de éxtasis y de deleite. Respiramos a pleno pulmón la frescura del viento suave, mezclado con la luz del sol. Debajo de nosotros, podemos ver un bosque con un río y unas colinas cubiertas de hierba y de arbustos. Una ola de viento ligero acaba de correr por las hojas de los árboles. Nos acercamos a la tierra. Llega el aroma de las flores. Tocamos la tierra, saltamos nuevamente y volamos dentro del espacio lleno de luz. ¡Experimentamos otra vez la infinita alegría del vuelo! Experimentamos el calor de los rayos solares que tocan suavemente la piel. ¡Sonreímos al sol, al mundo entero, a todo lo viviente: a las flores, a las hierbas, a las aves, a los árboles, a los escarabajos, a las mariposas, a los animalitos y a las personas! ¡Queremos llenarlos a todos de luz alegre, encender y derretir las almas endurecidas y groseras! ¡Qué felicidad es vivir en armonía con todo y todos! ¡Qué felicidad es vivir en amor!

Regresamos a nuestros cuerpos que están corriendo. Vamos a formar a su alrededor una «envoltura» de luz. «Vendamos» el cuerpo poniendo una venda ancha a una distancia de 50 centímetros del cuerpo empezando por los pies. Lo hacemos en espiral en sentido horario si miramos desde abajo. Formamos la envoltura alrededor de los pies…, piernas…, muslos…, pelvis…, abdomen…, tórax…, cuello…, cabeza…. Ahora tocamos desde adentro con los brazos de la conciencia las paredes de esta envoltura. Vemos sobre nosotros mismos el propio reflejo, como una copia idéntica, un doble que corre con los pies hacia arriba. Ahora procedemos a formar la «envoltura» alrededor de su cuerpo: alrededor de la cabeza…, cuello…, tórax…, abdomen…, pelvis…, muslos…, piernas…, pies… Nos separamos de la «envoltura» y subimos a unos cinco metros. No miramos abajo. Nos deleitamos con la frescura del viento, con la inmensidad y la libertad. Elevémonos sobre el parque (bosque, avenida, estadio…). Alrededor de nosotros vuelan las aves, les saludamos. Subimos hasta las nubes (si hay nubes) y las contemplamos desde abajo. Nos preparamos para atravesarlas y llegar allí donde brilla el sol (si trotamos de día). ¡Por un segundo nos convertimos en un cohete pequeño y, atravesando las nubes, llegamos al mundo de júbilo y de luz! La luz del sol se refleja en las nubes brillantes que quedaron abajo. ¡Por todas partes resplandecen la alegría y los rayos del sol! ¡Nos deleitamos en la luz y nos llenamos de su gozo!

Ahora viajamos hacia el cosmos. Abandonamos el sistema solar y planeamos en la inmensidad del universo infinito. A nuestro alrededor están las estrellas, el silencio… Experimentamos plenamente la eternidad y la infinidad del universo. Las estrellas centellean. Este es el pulso del cosmos. Experimentamos este ritmo. Experimentamos el centelleo rítmico de las estrellas. Por todas partes están el silencio, la tranquilidad, la eternidad y la infinidad.

Empezamos a regresar al sistema solar. Nos acercamos al Sol que se vuelve cada vez más grande. ¡Nos sumergimos en la luz de sus tiernos rayos y nos llenamos nuevamente de éstos! ¡Experimentamos el éxtasis! Nos sostenemos en el aire sobre las nubes deslumbrantemente blancas y luego nos zambullimos en éstas atravesándolas. Al otro lado está la superficie de nuestro querido planeta con sus bosques, ríos, campos, pueblos y ciudades… Comenzamos a bajar. Volamos sobre la superficie de la Tierra brillando para todo lo viviente con la luz solar que hemos acumulado. Regalamos nuestro cariño y ternura a los árboles, aves, animalitos y personas. Deseamos a todos los seres humanos que vivan en paz y armonía con el resto del mundo. Vertemos la luz de amor en todos los corazones vacíos y endurecidos. ¡Que se liberen de la grosería, del odio, de la violencia, de la avidez, de la mentira y de la embriaguez! ¡Que todos los corazones se llenen de luz solar!

Bajamos hasta nuestra ciudad, hasta el parque. Seguimos bajando. Vemos un grupo de personas corriendo. Estos son nuestros cuerpos. Nos acercamos a éstos y nos unimos con ellos.

Seguidamente bajamos al muladhara. Enviamos desde allí un rayo hacia el centro de la Tierra y recibimos como respuesta un impulso de Poder que llena todos los chakras y todo el cuerpo (repetimos este ejercicio 3-4 veces).

Trabajemos algún tiempo con la «órbita microcósmica». Después nos experimentamos en el anahata…, en el manipura…, en el svadhisthana…, en el muladhara…, de nuevo en el svadhisthana, en el manipura…, en el anahata, en el vishuddha…, en el ajña…, en el sahasrara, sobre la cabeza. Nos bañamos en luz, volamos en la libertad. ¡Experimentamos la alegría, la ternura, la pureza y la sutileza de la luz solar!

Empezamos a condensar nuestra forma voladora atrayendo dentro de ésta, como con un imán, la luz del espacio sutilísimo. La forma voladora asume los contornos del cuerpo humano, se condensa, se llena de luz y empieza a brillar por sí misma como un sol matutino transformándose en un «doble solar». Unamos lentamente estos dos cuerpos (el cuerpo real y el cuerpo «solar»). Ahora experimentamos dentro de nosotros la luz del sol condensada, la carga preciosa del elixir dorado. Nos aseguramos de que este elixir esté distribuido homogéneamente en todo el cuerpo.

Colocamos entre las manos una bola de luz blanca ligeramente dorada, del tamaño de una pelota. La ubicamos frente al manipura. Luego conectamos al chakra un tubo desde atrás a través del cual la luz comienza a fluir precipitadamente atravesando el chakra y entrando en la bola. La densidad de la luz en la bola aumenta (pero ésta no se infla). Llenamos la bola hasta el límite, separamos el tubo y lo disolvemos. La atención está en la bola. ¡Allí se inician los procesos que provocan un gran crecimiento de la presión! ¡Un fuego blanco dorado de naturaleza muy sutil está ardiendo intensamente en la bola! Con los brazos de la conciencia, hacemos entrar esta bola en el manipura. ¡El poder expande el chakra! ¡El cuerpo entero se llena de un inmenso poderío! ¡Es difícil detener el cuerpo! ¡Éste quiere dar unos saltos gigantes, moverse rápidamente! Desde el manipura empieza a salir un triángulo rojo. Éste arrastra el cuerpo por el abdomen, acelerándolo. (Después de uno o dos minutos, detenemos la aceleración con la siguiente orden:) ¡Disolvamos el triángulo! ¡Los primeros troten en el mismo lugar! Nos juntamos de nuevo. Con el manipura «inhalamos» y con el vishuddha «exhalamos». (Hacemos esto varias veces).

Visualizamos frente al anahata una fragante rosa de color blanco rosado. Los rayos del sol naciente se reflejan en las gotas de rocío sobre sus tiernos pétalos. Hacemos entrar esta flor en el anahata y el chakra se llena de su fragancia sutil. (Introducimos la visualización de esta rosa en todos los chakras uno tras otro).

Nos sumergimos en el azul de un cielo matutino despejado. Hacemos entrar esta luz en el cuerpo y llenamos con ésta su espacio interior. Luego llenamos todo el cuerpo con la luz dorada del sol naciente.

(Si se está en época de invierno y hay nieve limpia, pueden quitarse los zapatos y trotar descalzos por la nieve).

Seguimos trotando. La concentración está en el centro de las palmas. Allí aparece un calor pulsante. ¡Sentimos el pulso en las palmas! ¡Sentimos el pulso! ¡El pulso! La concentración está en las almohadillas de los dedos pulgares. ¡Allí aparece el calor y el pulso! ¡Sentimos el pulso! ¡El pulso! (Y así sucesivamente en los espacios entre los dedos y luego en las almohadillas de las falanges distales de todos los dedos).

Sentimos las palmas de las manos. ¡Allí hay un calor pulsante! ¡El pulso! ¡El pulso! Sentimos los brazos en toda su extensión, luego los brazos junto con el tórax y luego los brazos junto con la cabeza. ¡Sentimos el pulso en toda la parte superior del cuerpo! ¡Todo el cuerpo se transforma en un corazón pulsante! ¡Nos experimentamos como un corazón pulsante! Éste se vuelve dos veces más grande, diez veces más grande. ¡Ya nos hemos convertido en un enorme corazón pulsante, un órgano poderoso e infatigable, lleno de sangre caliente! ¡Dentro de este órgano, hay un tremendo e inagotable poder! ¡Pulsamos! ¡Nos experimentamos como un corazón pulsante! Gradualmente nos comprimimos, nos condensamos y volvemos a experimentar el propio cuerpo sintiendo en éste el poderío condensado del corazón gigante.

Dirigimos la mirada hacia el espacio de luz sobre la cabeza. Nos expandimos como conciencias en el espacio circundante. Nos concentramos en las plantas a nuestro alrededor: en la hierba, en las flores, en los arbustos y en los árboles. (Si es época de invierno, hacemos las exclusiones correspondientes). Experimentamos su estado y les enviamos nuestra ternura. Nos sintonizamos con el estado emocional de los pájaros cantores y les enviamos nuestro amor.

Una pared de viento-luz se nos acerca desde atrás. Esta luz sutilísima pasa a través de nuestros cuerpos y lleva todas las capas densas. Todas las envolturas han sido llevadas y nos experimentamos incorpóreos planeando en el espacio de luz, siendo movidos por el viento-luz. Todos nos unimos en una gran bola de luz y planeamos.

Nos condensamos en forma de cisnes blancos y de esta manera cada uno recupera otra vez su individualidad. Levantamos el vuelo bajo los rayos del sol matutino. El azul del cielo está sobre nosotros y unas nubes blancas brillantes flotan allí. Disfrutamos del vuelo y sentimos el calor suave de la luz tierna del sol. Nuestras plumas están vibrando ligeramente en los flujos del aire templado. Movemos las alas con suavidad. Miramos abajo. Allí hay un río que serpentea en el bosque y lleva sus aguas hacia un gran lago con islas. Descendemos y nos acercamos al agua. Ya estamos muy cerca de su superficie cristalina. Nos posamos en el agua, nadamos un poco y nos paramos mirando alrededor. Todos los cisnes hablan entre sí en su propio lenguaje musical. Agrupémonos nadando uno hacia el otro. Luego ahuecamos el plumaje y ponemos tiernamente la cabeza sobre la espalda de algún compañero de la bandada. El vishuddha se colma del éxtasis de este momento.

Nadamos hacia una isla verde de carrizo y luego contemplamos con admiración su reflejo en el agua. ¡Bueno, ya es hora de volver a volar! Levantamos el vuelo suavemente y nos dirigimos hacia el sol. Subimos cada vez más. Dejamos que la luz solar entre en nuestros cuerpos, se condense allí y nos llene desde la cola hasta los ojos. Volamos hacia el sol y nos llenamos de su condensada luz dorada. Todo el cuerpo se colma de la luz-fuerza extática y espesa, del poder inquebrantable del amor.

Descendemos y caemos en nuestros cuerpos humanos. El combustible dorado de la vida se extiende dentro de éstos. Creamos una densidad elevada de este combustible en los chakras bajos. Nuevas porciones de luz espesa llegan desde arriba a nuestros cuerpos y éstos se llenan hasta el límite.

(El siguiente ejercicio puede ser usado para superar las cuestas empinadas en la ruta del trote). Una fuerte corriente de luz blanca sube desde la tierra hacia nuestros cuerpos a través del muladhara y los infla como globos. Los cuerpos se vuelven ingrávidos. Ya es difícil mantenerlos cerca de la superficie. Éstos quieren apartarse de la tierra y levantar el vuelo. Con dificultad logramos alcanzar el camino con los pies. Se necesitan tremendos esfuerzos para mantenernos cerca de la tierra.

Entramos en el anahata con la concentración de la conciencia, miramos desde allí el mundo circundante. Luego hacemos lo mismo con otros chakras. Entramos en el manipura, miramos desde allí…, en el svadhisthana…, en el muladhara…, nuevamente en el svadhisthana…, en el manipura…, en el anahata…, en el vishuddha…, en el ajña…, en el sahasrara… Nos experimentamos sobre el sahasrara como una nube brillante en forma de disco. Atraemos luz dentro y nos volvemos cada vez más resplandecientes. Todos nos unimos en un gran disco. El disco empieza a atraer la luz sutilísima del espacio circundante y a llenarse de ésta. La luz dentro del disco se hace cada vez más brillante. A medida que la densidad de la luz en el disco aumenta, éste atrae más energía del espacio. Acumulamos un tremendo poderío. Ahora el disco puede trasladarse en el espacio a la velocidad del pensamiento. Así que nos trasladamos a las alturas más allá de las nubes, al resplandor de la luz solar. Luego nos ubicamos mucho más atrás de los cuerpos, después mucho más adelante. Estiramos hacia los cuerpos unas bandas de luz y fijamos cada banda al centro del abdomen del cuerpo. Ahora llevamos los cuerpos a remolque. El disco aumenta lentamente su velocidad y las bandas se tensan. Jalamos el cuerpo a remolque por el centro del abdomen. La velocidad aumenta suavemente. Las bandas se convierten en cordones umbilicales y a través de éstos la energía del disco pasa a los cuerpos. Los cuerpos se llenan del poder que era propio del disco y de las cualidades propias de éste.

Nos experimentamos nuevamente cada uno como una nube sobre el cuerpo. Atraemos dentro la luz del espacio circundante. Gracias a esto, nos volvemos más condensados y asumimos la forma humana. Nos convertimos en un «doble solar» que trota en el «segundo piso» sobre la cabeza del cuerpo. Nos experimentamos totalmente en el «segundo piso». Trotamos en el espacio de la luz dorada, atraemos esta luz dentro de nosotros y la condensamos. La luz en el cuerpo del «doble solar» se vuelve cada vez más espesa, más condensada. (Podemos hacer la meditación «Cruz de Buda», varios pranayamas y otros ejercicios en el «segundo piso»).

Bajamos a la tierra y nos ubicamos a la derecha del cuerpo. Lo tomamos de la mano derecha. Trotamos juntos teniéndonos de las manos. Luego nos unimos con el cuerpo y experimentamos el poder extático del elixir dorado que se extiende por el cuerpo.

Atención al muladhara. Experimentamos este chakra como un fundamento firme. La casa construida allí nunca sufrirá desgracia alguna. Experimentamos el poder del elixir dorado en el muladhara. Con un rayo unimos el muladhara con la Luz de Fuego que está en el centro de la Tierra y llenamos el chakra con el Poder que hay allí. El muladhara se llena al límite de la luz condensada, de la energía y del poder.

Empezamos a caminar y nos asombra que sea tan insólito hacerlo. El trote se convirtió en un estado natural del organismo, ¿verdad? Observamos la respiración, el pulso. Éstos están normales como durante una caminata.


Después del trote es indispensable bañarse o ducharse. También es bueno hacer relajación y otros ejercicios.

Menciono que tanto la ligereza impresionante como la riqueza de las emociones positivas que surgen durante el trote meditativo grupal no se logran durante el trote meditativo individual.

Les doy otros ejemplos de las meditaciones que pueden ser incluidas en el programa del trote:


«Cruz de Buda» dictado por el instructor.

En el «segundo piso» podemos desviarnos de la trayectoria anterior y hacer muy lejos de ésta lo que el instructor nos dicte.

Durante el trote por un sendero en el bosque o parque, «agrandamos» los brazos que salen de los anahatas y tocamos, acariciamos tiernamente con éstos las copas de los árboles.

Salimos del cuerpo y nos adelantamos corriendo. El cuerpo queda muy atrás. Trotamos muy por delante de éste, luego trotamos cerca de éste tomándolo de la mano. Después lo empujamos por la espalda apresurándolo. (Esta meditación puede convertirse fácilmente en un juego divertido lleno de bromas. Los testigos ocasionales se asombran viendo un grupo de corredores que ríen en vez de estar agotados y cubiertos de sudor como unos deportistas).

Durante el trote en el «segundo piso», conectamos unas «mangueras cósmicas» a los chakras y los llenamos de «combustible cósmico». Llenamos el muladhara del «combustible de la vida eterna», el svadhisthana, de pureza y sutileza transparentes, el manipura, de la energía del movimiento fuerte y armonioso, el anahata, de la luz blanca del amor total e incondicional, el vishuddha, de la sutileza matutina del azul del cielo y de los primeros rayos dorados del sol, del rocío matutino y del aroma de las flores, el ajña, del «combustible activo y dinámico del intelecto», el sahasrara, de la luz cósmica sutil omnipresente. Experimentamos la integridad y la buena coordinación del sistema entero de los chakras y todo el organismo. Experimentamos su indestructibilidad y su capacidad para enfrentar todas las dificultades del camino. La perfección consiste primeramente en el Amor. Experimentamos dentro de nosotros el Amor hacia todo lo viviente. La perfección consiste en la Sabiduría. Nos llenamos de comprensión hacia todos y todo y unimos esta cualidad con el Amor. La perfección consiste en el Poder. Experimentamos dentro de nosotros un poder inquebrantable, unido con el Amor y la Sabiduría y la disposición para un gran servicio abnegado. Experimentamos dentro de nosotros las cualidades de Aquellos Que ya han alcanzado la Perfección. Experimentamos la identidad con Ellos. Los experimentamos a Ellos en nosotros. ¡Experimentamos la sencillez y serenidad de Su Amor perfecto, Su Sabiduría profunda, universal y poderosa, Su valentía ilimitada y el carácter invencible de Su Poder absoluto! ¡Grabamos todas estas cualidades en nosotros mismos para siempre!

Nos experimentamos trotando detrás de nuestros cuerpos. Con los brazos de la conciencia, los limpiamos por dentro y por fuera de todo lo oscuro. Los lavamos con una manguera y los llenamos de luz.

Experimentamos todas nuestras estructuras energéticas principales en el «segundo piso». Trabajamos allí con la «órbita microcósmica». Nos concentramos en el chitrini al nivel del anahata y desde allí volamos hacia adelante a través del anahata a la inmensidad de la luz sutilísima. Nos expandimos allí y experimentamos nuestra identidad con esta luz. Nos condensamos nuevamente en el «segundo piso» hasta tener el tamaño del cuerpo humano. Experimentamos cómo se esparció esta fuerza por el cuerpo que trota en el «segundo piso». Este cuerpo se hizo fuerte y elástico. Tensamos los músculos de sus piernas…, de la sección lumbar…, de los brazos…, del tórax…, sentimos muy bien la tensión de todos los músculos de la espalda. Con un cuerpo elástico y fuerte, saltamos en el «segundo piso», damos un salto mortal. Luego trotamos allí alzando las rodillas, después alzando los talones.

Nos concentramos en el centro del abdomen. Sacamos de allí un «tentáculo» y lo fijamos en una nube distante. Pasamos toda la atención al «tentáculo». Lo contraemos para que arrastre el cuerpo. ¡No hagamos ningún esfuerzo adicional con los músculos! Solamente contraemos el «tentáculo» (al hacerlo, la velocidad del trote aumentará muchísimo, pero no sentiremos ningún esfuerzo físico).

Empezamos a caminar. Fijamos el «tentáculo» a diferentes objetos y nos acercamos a éstos. Estudiamos el mecanismo del funcionamiento del «tentáculo». Lo tensamos y lo relajamos. Al contraerlo, la energía del cuerpo no se gasta y el cuerpo no se cansa.

Nos experimentamos trotando detrás de los cuerpos. Con un cetro de luz, limpiamos el meridiano central desde abajo hasta los chakras de la cabeza.

Permitámonos juguetear y retozar. Trotamos delante del cuerpo a una gran distancia. Damos saltos mortales. Al darlos, pateamos de una manera intencionalmente chistosa. No debemos tener vergüenza, ya que ningún extraño nos puede ver. Observamos cómo lo hacen otros compañeros (trotamos y reímos).

Trotamos en el «segundo piso». Lo experimentamos como una casa paterna, muy familiar y acogedora. Antes de bajar al «primer piso», fijamos en el «segundo piso» las puntas de unos elásticos. Éstos se estirarán y no van a molestarnos, pero con su ayuda siempre podremos subir al «segundo piso». Fijamos los elásticos y bajamos al «primer piso». Fijamos otro extremo del elástico en el centro del abdomen. Tocamos el elástico con los brazos, lo contraemos y enseguida nos encontramos en el «segundo piso».

(La siguiente es una técnica para subir una colina). Nos imaginamos en una corriente rápida de agua que nos lleva hacia adelante a una velocidad muy alta.

Nos sumergimos en el espacio de luz dentro del cuerpo. Examinamos este espacio y lo ampliamos. Nos dirigimos hacia la Luz dentro de la Tierra. Percibimos la Tierra como un planeta vivo que nos ama. ¡Sentimos profundamente la naturaleza de la Luz que llena la Tierra, y ya no debemos tener más dudas acerca de que la Tierra está viva y nos ama como a sus hijos! Le enviamos nuestra emoción de agradecimiento.

Nos sumergimos en la Luz de la Tierra. Experimentamos que esta Luz es familiar para nosotros y es tierna. Nos sumergimos en ésta completamente y nos expandimos como conciencias desde los anahatas por todo el espacio dentro de la Tierra. Ahora somos idénticos a nuestro querido planeta y cada uno se experimenta en el espacio de la madre-Tierra lleno de Luz tierna. Percibimos el espacio dentro de la Tierra y un pequeño montículo de luz en su superficie, que es el espacio dentro del cuerpo. Desde el espacio dentro de la Tierra, observamos cómo se mueve este montículo de luz en su superficie.

Entramos otra vez con la concentración de la conciencia en los cuerpos. Experimentamos allí la Luz de la Tierra.

Observamos el sol naciente. ¡Lavamos la cara con su luz! ¡Dejamos que la luz sutil de la primavera, de las primeras horas de la mañana primaveral entre a través del rostro en el cuerpo y lo llene completamente!

Dirigimos la mirada hacia arriba a través del sahasrara. Vemos allí una nube de Luz que se ha concentrado sobre nosotros, ¡una Luz dorada chispeante! ¡Levantamos los brazos y con su ayuda hacemos que una ola de esta Luz descienda sobre nosotros!

Observamos cómo la luz de la Tierra y la luz del sol se unen en nuestros cuerpos.

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