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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
3. Qué es el ser humano
 

Ecopsicología/3. Qué es el ser humano


3. Qué es el ser humano

3:1 El ser humano no es un cuerpo, sino una condensación de energía de la conciencia (o alma) que puede ser consciente de sí misma, puede memorizar, razonar, desplazarse, desarrollarse cualitativa y cuantitativamente y también degradarse.

El proceso de la encarnación en un cuerpo material consiste en que Dios une un alma con un cuerpo que está por nacer.

En cambio, la muerte implica su separación total.

3:2. Las personas son encarnadas por Dios en cuerpos materiales para cumplir las siguientes etapas de su evolución personal, con la particularidad de que cada uno posee un grado significativo de libre albedrío, es decir, el derecho a escoger la dirección estratégica de su movimiento en la vida (hacia la Morada del Creador o hacia el infierno) y la manera de solucionar los problemas y las tareas cotidianos.

Dios —en el Aspecto del Espíritu Santo— crea constantemente situaciones en las cuales cada uno puede llegar a ser mejor. De esta manera Él manifiesta Su Amor y Cuidado por todos nosotros.

Las intervenciones «bruscas» y «coercitivas» de Dios en la realización de unos u otros deseos de las personas son un fenómeno raro.

Él —nuestro Pastor Supremo— nos «pastorea» en la superficie del planeta Tierra como en Sus «pastos» y está interesado en que nos desarrollemos en la dirección necesaria para Él; a saber, debemos llegar a ser Almas Perfectas y unirnos con Él en Su Morada enriqueciéndolo con nosotros mismos.

Si alguien no vive de la manera que agrada a Dios, Él causa a esta persona dolor a través de enfermedades u otras desgracias. Como resultado, algunas personas se ponen a reflexionar y se corrigen. En cambio, otras sólo se enojan y, lamentablemente, se degradan aún más rápido.

Así —dependiendo del uso del libre albedrío por las personas— se realiza la «selección natural» entre las almas encarnadas por Dios.

A los mejores Él los lleva a Su Morada. Los buenos van al paraíso, permanecen allí algún tiempo y después se encarnan nuevamente en las condiciones favorables para su desarrollo. Los peores van al infierno, aunque a algunos de ellos se les da la oportunidad de encarnarse nuevamente e intentar otra vez. Y los peores de los peores, que no tienen esperanza alguna según la opinión de Dios, son destruidos para siempre (de aquí se originaron las ideas folklóricas sobre la «gehena de fuego» y sobre el «fuego infernal que consume a los pecadores»).

3:3. El ser humano debe aprender a experimentar que él o ella no es un cuerpo o mente, sino un alma encarnada (o conciencia). Solamente desde esta posición es posible comprender correctamente cómo debemos vivir en la Tierra.

Los típicos giros de lenguaje tales como «mi alma», «su alma», «nuestras (sus) almas» son incorrectos. Debemos entender que cada uno de nosotros es un alma.

3:4. Las diferencias nacionales, raciales y sexuales entre las personas no son importantes para Dios. Las diferencias importantes son: la edad del alma y el grado de desarrollo de unas u otras cualidades positivas y negativas que esta alma tiene.

Los principios fundamentales del avance espiritual son iguales para todas las personas independientemente de su sexo, nacionalidad u otras características similares; sin embargo, los métodos de trabajo espiritual para una u otra persona deben diferenciarse dependiendo de: a) la edad de esta persona en la encarnación actual, b) su edad psicogenética (o la edad del alma), c) su nivel del desarrollo intelectual y ético en el momento dado y d) la parte del Camino espiritual que esta persona ya ha recorrido.

3:5. La tarea evolutiva de cada uno es conocer a Dios en todos Sus Aspectos y Manifestaciones y después de alcanzar la Perfección espiritual, entrar en Unión con el Creador en Su Morada con el fin de seguir participando —ya desde allí— en el Proceso Evolutivo Universal ayudando a otros seres encarnados.

Pero debemos empezar con el desarrollo intelectual y la transformación ética.

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